"Yo también dormí y comí en Palacio de Gobierno"

 


Nació en un caserío ubicado en la provincia de Huari, a 4200 metros de altitud,  “en la puna”, como suelen decir los lugareños de los valles andinos. Trabajaba como dependiente en una tienda donde se vendía de todo todo:  desde machetes hasta querosene, desde abarrotes hasta ropas.  Entonces,  tenía apenas 21 años de edad y un trabajo estable que le permitía ayudar a sus padres y hermanos. Sin embargo,  un domingo de setiembre de 1968, su vida dio un giro radical.

 

Aquel día, tropas del ejército llegaron al pueblo de Huaytuna, donde él trabajaba, con el fin de reclutar, a la fuerza y contra su voluntad, a todos los jóvenes en edad de cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. En ese entonces, la edad permitida era de 19 a 23 años. En ese operativo fue levado (capturado) Agustín Aponte Díaz, natural del caserío de Queroragra, distrito de Cajay, quien vivía en Huaytuna por razones de trabajo.

 

Antes de que la noticia de la leva llegara a sus oídos, los soldados ya estaban sobre él. Le pidieron los documentos para verificar su edad. Había nacido en 1947. Lo subieron a un camión donde ya se encontraban una veintena de jóvenes "capturados" en los pueblos cercanos. Muchos lloraban, y él no pudo ser la excepción.

 

A pesar de la desazón y la incertidumbre, el nuevo recluta lejos estaba de imaginar lo que le esperaba. Fue llevado al Cuartel Barbones de Barrios Altosy después de seis meses de adiestramiento terminó entrando y saliendo de Palacio de Gobierno  como parte del  Regimiento de Caballeria Mariscal Nieto,  la  escolta oficial del presidente de la República. 

 

ENTREVISTA

 

Don Agustín, ¿cómo llegó usted a formar parte del Ejército?

Buscaban a los jóvenes en los pueblos, en los caseríos y anexos,   y los soldados del Ejército los agarraban y  se los  llevaban como si fuesen presos. A mí me agarraron en Huaytuna en  1968, ese fue el último año de la leva. Yo  trabajaba en la tienda de Nelson Basauri, y  era domingo, día en que había mucha gente. La leva se realizaba con ayuda de los gobernadores y tenientes gobernadores, quienes guiaban a los soldados.

 

¿A dónde le llevaron?

A Huari. Ahí estuvimos un mes  esperando que lleguen más muchachos de las otras provincias. Los últimos en llegar fueron los de Pomabamba y Piscobamba, y con ellos éramos como dos mil reclutados. De todo ese grupo fuimos escogidos solo 30 porque los que tenían plata pagaban para no ir al ejército.

 

¿Y durante ese mes de espera qué hacían en Huari?

Nos tenían en un canchón, ahí pasamos examen general con los militares de  Lima. 

 

¿En Huari ya les habían puesto uniforme del ejército o todavía?

Ahí estuvimos de civil hasta llegar a Lima, al cuartel Bolívar de Pueblo Libre. Ahí fuimos escogidos por unidades. De cada cuartel venían a buscar y seleccionar a  su gente. A mí, junto a Paulino Penadillo, que era de Vincocota, nos llevaron al cuartel Barbones, de ahí nos mandaron  a hacer guardia a Palacio de Gobierno. Los demás muchachos fueron enviados a diferentes cuarteles de provincias.

 

¿Recuerda a alguno de ese grupo?

A Manuel  Rupay, que era de un pueblo del distrito de Rahuapampa, lo enviaron a Tumbes, y a Esteban Pantoja, que era de Acchas (distrito de Masin), lo mandaron a Tacna,  y así a distintiras unidades.

 

¿Por qué cree que lo eligieron para hacer  guardia en Palacio de Gobierno?

No sé cuál habrá sido el motivo, tal vez el tamaño, quizá suerte. No lo sé. Cada cuartel escogía a  su gente.

 


¿Usted ya conocía Lima antes de entrar al Ejército?

Nada. Eso fue muy triste porque no teníamos familia, y nadie nos visitaba. Así estuvimos durante tres meses, hasta que nos dieron salidas los sábados y domingos, pero yo como no tenía a nadie me quedaba en el cuartel. Pero después, poco a poco, mi familia se fue enterando que estaba en el cuartel y al cabo de seis meses ya me visitaban.

 

¿Cuánto tiempo estuvo en el Ejército?

Dos años. Yo llegué al ejército cuando Belaunde todavía estaba en el gobierno, pero pocos días después  que llegamos a Lima Velasco le dio el golpe de estado (28 de octubre de 1968). Yo  serví en Palacio de Gobierno cuando ya estaba Velasco. A Belaunde no lo conocí.

 

¿Pero sí conoció a Velasco?

No se le veía mucho.

 

Hay la idea de que el Ejército tratan mal a los soldados. ¿Cómo era el trato en su época?

En ese tiempo estábamos bien. Cuando apenas llegamos todo era una miseria, la comida nos daban sin sal, sin manteca, pero Velasco mejoró el rancho, todos los días nos daban carne, frutas.

 

¿Recuerda algún suceso ingrato mientras estuvo en el ejército?

Un compañero y paisano, Paulino Penadillo,  tuvo un grave accidente que lo dejó discapacitado para siempre. Él y yo  fuimos seleccionados para ir al cuartel Barbones de Barrios Altos. Él estaba en el Pabellón B y yo estaba en el Pabellón C. Salimos en marcha de campaña a  Canto Grande, que en esa época era pura chacra, era una hacienda; íbamos a caballo, a paso largo, y su caballo, al saltar una acequia, se chocó contra un álamo y se cayó con todo el caballo a la acequia. Ahí quedó bastante mal y los jefes dispusieron que ya no hiciera servicio, que solo permaneciera en el cuartel como asistente del general. Como el general tenía caballos, él los cuidaba, los limpiaba, los ensillaba. Solo hacia eso. Pero faltando una semana para salir de baja, el 28 de setiembre de 1970,  uno de los caballos lo aplastó contra la puerta y le rompió la columna. Ahí él se quedó inválido de por vida, pero el Ejército no lo abandonó. Tenía su pensión y atención en el Hospital Militar.

 

La leva siempre ha sido una tragedia para los chicos como para sus familias, pero ¿qué pasa cuando en el Ejército les dicen que ya se van a sus casas, cuando les dan de baja?

Ah, eso da pena. Salimos llorando porque después de dos años da pena, sobre todo porque nos daban de baja en una ceremonia, con discursos de los jefes y el izamiento de la bandera, todo eso conmueve.

 

¿Qué hizo después de dejar el ejercito?

Volví  a mi pueblo. Después de ahí, en 1972,  regresé a trabajar a Huaytuna, donde  conocí a mi señora;  desde entonces vivo en Vincocota.

 

¿El ejército es  lo mejor que le ha pasado?

Claro. Yo cuando voy a Lima y veo a los soldados en Palacio de Gobierno me emociono y me trae recuerdos. Digo. “yo también estuve ahí”. Durante un año custodiaba la puerta principal del palacio, esa que da para la Plaza de Armas. Después me mandaron a cuidar la puerta que está por el lado del Correo Central y luego seis meses estuve por Desamparados. He cuidado Palacio por los tres lados y he desfilado también ahí en caballo los 28 de julio.

 

Usted puede decir que ha comido y dormido en Palacio de Gobierno, ¿no?

Ja ja ja ja… Ahí hacíamos turno de 24 horas y comíamos en el comedor del cuartel. De Barbones nos mandaban después del almuerzo, y en Palacio comíamos la cena y el desayuno del día siguiente.

 

¿En esa época los soldados ya recibían propinas y tenían días libres?

Cada quince días nos daban libre. Salíamos el sábado al mediodía y teníamos que regresar al cuarte el domingo antes de las ocho de la noche. Y sí nos daban propina. Al sargento yo era sargento le daban 30 soles, al  cabo 15  y soldado 10 soles. Era dinero suficiente porque no pagábamos pasajes y  al  coliseo también entrabamos gratis para ver a los artistas.

 

¿Qué funciones desempeñó como sargento?

Era  sargento de pelotón y tenía a mi cargo a 45 soldados y 45 caballos. Mi función era ver que todo esté en orden; que estén bien uniformados, impecables, y los caballos bien alimentados, aseados y presentables. A los soldados les revisaba sus roperos, sus botas, sus ropas, los botones de los uniformes y hasta las agujas que usábamos para arreglar algún problema en la vestimenta.

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