Conoce este hermosa herencia cultural de casi 500 años de existencia



 

Hay historias que no están en la historia, y este vestigio de más casi 500 años de existencia es la prueba de ello. A pesar del abandono y el olvido, tanto de las autoridades locales y regionales y del propio pueblo, sigue siendo el único testimonio material de la más famosa hacienda que existió en la provincia de Antonio Raimondi.  

 

Cientos de años antes de la  Reforma Agraria del general  Juan  Velasco Alvarado, Uchupata era la hacienda más famosa e importante de la zona sur del Callejón de Conchucos. Su esplendor se desplomó después de la década de 1970, cuando la revolución agraria desmanteló la bonanza agropecuaria de la región.

 

De aquella época no queda nada, salvo una antigua capilla colonial fabricada en el año 1600 en el corazón de la hacienda, que en la década de 1980 fue bautizada como Santa Rosa de Uchupata al crearse el caserío de San Pedro de Uchupata en la parte alta de la sede de la hacienda.

 

 

La capilla en cuestión impresiona por dos razones: la belleza de sus altares y santos, y la calamitosa condición de su estructura. Para la arquitecta restauradora Patricia Navarro Grau, especialista en la restauración de iglesias coloniales, quien recibió fotografías del templo con el fin de brindar su opinión para una posible restauración, la de Uchupata "es la Capilla Sixtina si la comparamos con otras capillas que he visto en Áncash", señala.

 

 

La capilla de Uchupata fue probablemente  construida  en el año 1606  por Francisco de Prado,  un español que era dueño de las estancias de Uchupatay (así la mencionan en los manuscritos) y Carhuac,  con el fin de que él y sus criados fueran a los cultos religiosos, que en esas épocas eran obligatorios. Si no iban a misa castigaban a los indios y a sus patrones.  

 

 La jurisdicción eclesiástica de la iglesia le  ocasionó serios problemas a  Francisco de Prado debido a que los curas  de la doctrina de San Andrés de Llamellín decían que él y sus criados  debían acudir a las  misas de domingo y de fiestas principales a ese pueblo,  y no a Huari. 

 

Francisco de Prado se negaba a ir a  Llamellín porque estaba lejos,  a diez  leguas de Huari, donde vivía. Además, dijo que  el marqués de Montesclaros,  Juan de Mendoza y Luna, virrey del Perú entre 1607 a 1615, había autorizado a los curas de Santo Domingo de Huari para que hagan misas en Uchupata y Carhuac.

 

        A pesar de ese alegato, el cura de Llamellín, Juan de Esquibel, presentó una queja  el 1 de junio de 1610 ante el visitador  general del Arzobispado de Lima,  Ambrosio de Martel, para que excomulgaran a Francisco de Prado si seguía desobedeciendo las  órdenes. Por ello le exhortaron  a que  no mandase a los indios a esconderse y que dé el ejemplo acudiendo con ellos a las misas dominicales y fechas importantes que se celebraban en Llamellín, y  que demuestre con una cédula (documento) que en Huari se ha confesado junto con su mujer e hijo. La mujer de Prado era una india que se autoproclamaba como fundadora de Uchupata, de quien hablaremos en otro momento. 




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